Diversos autores han definido el apego, pero el primero en estudiar el tema fue el psiquiatra y psicoanalista inglés John Bowlby. El término refiere a la conducta innata del individuo. Mediante la misma se establece un lazo afectivo con otra persona que satisface sus necesidades. Es un comportamiento que se fundamenta en la supervivencia y configura modelos de representación mental, que se repetirán a lo largo de toda la vida.
Tipos de apego
Las investigaciones de Bowlby permitieron identificar tres tipos de apego en niños:
Apego seguro
Es una relación de confianza, donde el adulto a cargo ofrece una base segura para la exploración. El niño desarrolla una imagen de sí mismo estable y se siente confiado al explorar el entorno en busca de autonomía. El pequeño recibe respuesta oportuna y consistente a sus necesidades, así como muestras de afecto verbales y físicas. En la adultez el sujeto tendrá un modelo mental positivo de sí mismo y de los demás, y será capaz de reconocer sus necesidades y buscar ayuda.
Apego inseguro o apego evitativo
Es consecuencia del rechazo emocional de los cuidadores primarios, o la falta de atención a las demandas del bebé. Puede darse una interrelación fría o distante o incluso, falta de disponibilidad o de acceso. En virtud de ello el niño desarrolla una relación de desconfianza con la figura de apego. Esto se traduce en conductas de evitación, evidenciadas en el desinterés por la presencia del adulto o el rechazo. Al llegar a la edad adulta serán personas con una percepción negativa de los otros, que experimentan dificultades para reconocer la propia angustia o incomodidad, y que no se consideran a sí mismos como susceptibles de ser cuidados.
Apego Ambivalente
Es una relación signada por la ansiedad y la incertidumbre, producto de una relación inestable y poco predecible con la figura de apego. Hay una gran preocupación por ser abandonados y se busca el cuidado y afecto del cuidador. El resultado es un niño temeroso, que no se anima a una exploración activa pues tiene una percepción muy pobre de sí mismo. Por el contrario, puede valorar muy positivamente a los otros y por eso siempre estará pendiente de conseguir su aprobación. Las causas deben buscarse en la incongruencia conductual de los cuidadores primarios, que alternaban momentos de efectividad con otros de crítica o rechazo. Este patrón de apego tiene consecuencias en la vida adulta que se evidencian en baja autoestima, preocupación por su apariencia física y por la aceptación de otros.
Apego Desorganizado
En los años 80 la psicólogo estadounidense Mary Main identificó un cuarto tipo al que llamó apego desorganizado.
Generalmente es el resultado de un rechazo evidente o maltrato por parte del cuidador. En consecuencia, el niño es incapaz de regular sus emociones. Es probable que dé rienda suelta a los comportamientos negativos, pero tiene grandes dificultades para expresar sus emociones positivas. Este patrón se mantendrá hasta la adultez, cuando es probable que por un mecanismo defensivo de disociación no puedan referirse a eventos traumáticos o pierdan las nociones de temporalidad y refieran hechos contradictorios.
La teoría del apego nos habla de una función reguladora de la figura referencia, generalmente la madre, de las respuestas emocionales del niño, a partir de las cuales se potencia el aprendizaje del bebé.
Beneficios del apego emocional
Un apego adecuado permite el desarrollo pleno del niño, abarcando las dimensiones física, socio-emocional, cognitiva, lenguaje y función ejecutora.
Está comprobado que la disponibilidad física y psicológica del cuidador, así como la sensibilidad demostrada frente a las necesidades del niño está estrechamente relacionada con el desarrollo neurobiológico. En efecto, el apego tiene un rol de suma importancia en la formación de las estructuras cerebrales y la organización del sistema nervioso.
Particularmente se ha prestado mucha atención en los últimos años a la interrelación entre apego y desarrollo psicomotor. Este se refiere al conjunto de habilidades que se adquieren a partir de la maduración del sistema nervioso central y la interacción con el entorno. Por ello el término no sólo involucra la coordinación viso-motora, el equilibrio y la motricidad gruesa, sino que también implica el desarrollo del lenguaje expresivo y comprensivo, y el ámbito social-afectivo.
Tan amplia definición se deriva de la dependencia del logro de las habilidades cognitivas en relación a las capacidades de movimiento. El relacionamiento con el entorno, a través de la manipulación de objetos, y el dominio del espacio y de la marcha, permiten al niño adquirir experiencias sensoriales y motoras, necesarias para la identificación de conceptos y la elaboración de ideas y razonamientos.
Por ello es fundamental prestar atención al desarrollo psicomotor, particularmente en los primeros años de vida. Un adecuado desarrollo requiere un entorno favorable, así como una estimulación y atención constante por parte de los primeros cuidadores, que se expresa en una oportuna satisfacción de las necesidades físicas y afectivas del niño.
Juegos que favorecen el apego seguro
Según la psicóloga Aletha Jauch en su libro «Juegos que Unen» los juegos de apego se diferencian de los juegos tradicionales por ciertas particularidades.
- Están centrados en el niño
- Fortalecen la conexión
- Involucran la risa
- No es necesario ningún tipo de equipamiento para realizarlos.
- Se pueden realizar en cualquier lugar y momento.
- No son competitivos y no tienen reglas.