La estimulación temprana es un conjunto de actividades y técnicas que buscan potenciar el desarrollo del niño, desde el momento de su nacimiento hasta los 6 o 7 años, pues en esta franja de edad hay una mayor plasticidad cerebral.
Particularmente, es durante los primeros cuatro años de vida cuando se forman las principales conexiones neuronales, por lo que el cerebro humano incorpora los nuevos conocimientos con mucha facilidad. Además, en este periodo se desarrollan y maduran las habilidades físicas, emocionales, cognitivas y sociales del niño, indispensables para el logro de la autonomía, la adecuada inserción social posterior, y la adquisición futura de conocimientos.
Se le denomina estimulación porque busca incidir de manera favorable en el desarrollo integral del niño, favoreciendo la adquisición de destrezas y habilidades motrices, cognitivas, sociales y emocionales.
Estimulación Temprana para bebés
Desde los primeros días de nacido, el bebé responde a la estimulación. En este primer momento el foco será el fortalecimiento del vínculo emocional con la madre o figura cuidadora.
Posteriormente se trabajará en áreas como:
- Motricidad gruesa y fina: el objetivo es lograr el adecuado control muscular, que permita al niño coordinar sus movimientos. Primero se trabaja en el fortalecimiento de los músculos, y luego, en mejorar su tonicidad.
- Lenguaje: la comprensión del lenguaje es indispensable para que el niño desarrolle sus capacidades expresivas y pueda comunicarse de manera efectiva con su entorno. Además de la comunicación oral, esta área incluye también la comunicación gestual.
- Cognición: se busca estimular las capacidades intelectuales del niño, con el objetivo de que logre interpretar el entorno a partir de la experiencia y sus propias percepciones. Esto permite al niño establecer relaciones causa-efecto y adaptarse a nuevas situaciones.
La estimulación temprana favorece también el desarrollo de la memoria, la imaginación y la atención
Desarrollo socio-afectivo: la estimulación de esta área persigue la integración de las experiencias afectivas y de socialización, para potenciar las habilidades de relacionamiento del niño y su autonomía.
Características de la estimulación temprana
La estimulación temprana es una práctica que requiere de la formación y preparación adecuada del personal a cargo, sean estos profesionales, cuando hablamos de niños con retos especiales, o los propios padres y cuidadores en el caso de niños con desarrollo normal.
Aunque las actividades y rutinas apunten a convertirse en ocasiones de juego e intercambio afectivo, deben seguir ciertas pautas para que sean realmente efectivas.
En primer lugar hay que destacar que la estimulación temprana es sistematizada y secuencial. Es decir, la aplicación de las técnicas y procedimientos sigue necesariamente un orden preestablecido, en el que a partir de unas habilidades adquiridas se trabaja en pro de la consecución de nuevas destrezas.
Es asistencial, pues responde a las demandas tanto del niño como de la madre o cuidador principal.
Asimismo, es individualizada, pues cada proceso es único y la estimulación debe seguir el ritmo de avance de cada niño.
Por otra parte, es un proceso continuo, y no intervención puntual, que debe formar parte de la rutina del niño.
Finalmente cabe recordar que estimulación temprana es integral, pues incide en todos los ámbitos de desarrollo del niño. Por eso es tan importante que al momento de aplicarla se consideren tanto las instrucciones formales de los ejercicios como la dinámica emocional propuesta.
Factores que favorecen la efectividad de la estimulación temprana
Un plan de estimulación temprana tendrá mayor éxito si se toman en cuenta ciertas características propias del desarrollo infantil y de la práctica pedagógica. En este sentido, debemos considerar los siguientes aspectos:
Voluntad y oportunidad: los ejercicios de estimulación deben ser una actividad placentera, que el niño perciba como un juego. Si en alguna circunstancia notamos rechazo o cansancio en el niño, no debemos forzarlo a seguir con la actividad.
Adecuación de las actividades: como apuntábamos anteriormente, la estimulación debe seguir el ritmo de desarrollo del niño, y no al revés. Proponer actividades que excedan por mucho a sus habilidades puede generar frustración y bloqueo, o asentar prácticas deficientes. Ha de prestarse mucha atención al grado de dificultad de los ejercicios, pues así como una exigencia superior a las capacidades puede resultar desalentadora, una actividad extremadamente sencilla puede ser poco atractiva para el niño.
Participación de las figuras de apego: los padres o quienes se encargan de la atención del niño, y con quienes este ha establecido lazos emocionales, juegan un rol fundamental en el proceso de estimulación. Como todo proceso de aprendizaje, requiere de la motivación y refuerzo externo, particularmente de aquellos con quienes les unen relaciones de afecto. Esta demostración de aprobación y cariño, además de animar al niño a continuar, fortalece su autoestima, pues sabe que cuenta con el soporte emocional de los adultos que le rodean.
Constancia: la adquisición de conocimientos y el desarrollo de destrezas y capacidades en los niños requiere de la constancia y regularidad de las actividades. La frecuencia ideal de aplicación de los ejercicios es diaria, pero en caso de no ser posible, deben realizarse al menos tres veces por semana. Igualmente es importante la repetición de las secuencias, para permitir al niño fijar el aprendizaje.
Duración: Cuando se trata de bebés, hay que buscar la ocasión en la cual se encuentren despiertos y tranquilos, y haya pasado al menos media hora desde la última toma. Hasta que el bebé cumpla el primer año de edad, la duración de las rutinas no debe exceder los dos o tres minutos, pudiendo repetirse varias veces a lo largo del día. Entre el primer y el segundo año puede extenderse hasta los 7 u 8 minutos, y al año siguiente se puede llegar a periodos de estimulación de 10 minutos.
La estimulación temprana de un niño no necesita de instrumentos o juguetes especiales. Los objetos de uso cotidiano y la acertada exposición a los elementos naturales son recursos más que suficientes para despertar la curiosidad del niño y permitirle experimentar con su entorno.